Me encanta el verano y me encanta la playa.
Será porque mis padres han sido playeros a más no poder, me acuerdo de esos fines de semana cuando íbamos a pasar el día a Castelldefels primero a la playa y luego a la sombra de los pinos a comer, o cuando íbamos a Sitges a coger mejillones mientras mi padre cazaba algún pulpo, o cuando íbamos a la Ampolla a veranear con esas largas playas que ya puedes andar que al agua no te cubre más que hasta la rodilla, mi madre siempre nos cuenta la anécdota que cogieron un ferry siendo yo muy peque y a un montón de metros de la orilla el capitán les dice que tomen tierra, que se bajen todos vaya, ja ja, todo el personal entre alucinado, indignado y no se cuantas cosas más, comienzan a bajar pensando como ingeniárselas con los niños, neveras y de más artilugios playeros para llegar a la orilla a nado, y la sorpresa llega cuando al bajar se dan cuenta que el agua les llega por los tobillos. Que risa!!!
Y todo esto viene porque he descubierto el trabajo de un fotógrafo americano Gray Malin, que me ha encantado.
Se ha dedicado ha realizar fotos aéreas de diferentes playas de todo el planeta, unas están desiertas, otras a tope, unas de piedra, otras de arena, en Asia, África, Europa o la Conchinchina, pero todas preciosas.
Yo creo que lo más me ha gustado, o mejor dicho lo que más he envidiado, es que me hubiera gustado a mi tomar esas fotos, porque significaría que he estado ahí, y eso me gusta aun más que la playa.
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