No puedo llegar ni a contar, la cantidad de veces que pasando con el coche por la autovía de Castelldefels hemos dicho: "Las Botas, haber si vamos", y así han ido pasando los días, los meses y los años, hasta el día de hoy, ¡ por fin hemos ido!!!
Las Botas es un restaurante de esos de toda la vida, solo os diré que llevan abiertos desde el 1970, mi marido aún recuerda cuando de peque iba con su padre que jugaba a frontón, si si como oís porque resulta que el restaurante tiene pista de frontón, y después a comer. Me comentaba que los primeros callos que comió fue precisamente aquí, y tenía un gran recuerdo.
No os dejéis guiar por la apariencia exterior, sobre todo de ese cartel que tienen que puedes ver desde la carretera, de un cocinero con un cerdo muy setentero, pero que desde mi punto de vista tiene cierta gracia.
El restaurante os recibirá con un gran comedor exterior de verano, realmente bonito y con mucho estilo, comenzábamos bien, lo cierto es que me lo había imaginado como el típico restaurante rústico de toda la vida.
Accedimos finalmente al comedor cubierto, madre mía, realmente precioso, mucho más de lo que me podía esperar o me hubiera imaginado, se notaba que habían hecho una reforma importante en el local y desde luego con mucho gusto, chimenea al final del comedor, parras en el techo a modo decorativo, iluminación tenue y acogedora, y un ambiente familiar inmejorable.
Solo llegar nos trajeron unas olivas, tomate y ajo para el pan torrado, y un par de tostaditas con longaniza desmenuzada.
Comenzamos pidiendo unos callos picantes, en homenaje al recuerdo de mi marido de cuando era renacuajo, simplemente impresionantes. Además es uno de los platos de la carta de toda la vida con más de 40 añazos.
Después nos decidimos por el menú de diario (20 €), así que comenzamos con una sopa de fideos con huevo y butifarra negra y, unos huevos al plato con setas todo riquísimo.
De segundos nos decidimos por una parrillada de carne con su patata al caliu sus alubias y su alioli.
De postres un pastel borracho delicioso y una crema catalana con sus carquiñolis (que me encantan).
Nos sorprendió muchísimo que para ser entre semana estaba a topes, y la mayoría parecían habituales. Tengo que hablar también del trato, el servicio que recibimos desde el primer momento fue inmejorable, siempre intentando que nos sintiéramos a gusto y como en casa.
Encasillando
Restaurante de toda la vida que ha sabido evolucionar manteniendo su esencia.
A pesar de disponer de un menú de diario por encima del precio habitual, lo pagareis más que a gusto, es un sitio que no decepciona, me pareció ideal también para ir el fin de semana con amigos y hacer una calçotada. Ha sido todo un descubrimiento os lo aseguro.
Paseo de los Pinos 4-5,
08860 Castelldefels, Barcelona,
936 65 18 24
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