Era día 24 y estábamos comprando los últimos regalitos de Navidad, este año más modestos que otros, habíamos oído hablar del Toto y como estábamos por la zona decidimos probarlo.
La verdad, es que la decoración del local era muy chula, muy acogedora (pero eso ya no intimida a nadie), lo que si me gustó mucho fue un gran centro de postres caseros, una gran cocina que estaba a la vista, con dos hornos de leña, cacerolas de bronce y grandes cestos con panes y hortalizas de temporada.
El jefe de sala, un chico muy amable, nos sentó cerca de la cocina y nos dimos cuenta que tenía una barra, opción más informal para comer.
Como por la noche teníamos la gran cena, no queríamos pedir mucho, así que hicimos unos aperitivos y un plato cada uno.
Nos decidimos por dos ostras rebozadas, unas patatas paja con alioli y unas olivas calientes que no había escuchado en mi vida.
De segundo nos recomendaron el emperador: nos comentaron que había llegado la pieza fresca por la mañana, así que no dudamos, y para mí el pollo, que me comentó que él lo había comido aquel mismo día y estaba impresionante.
Así que ha esperar a que nos trajeran todo el festín, los entrantes aunque sencillos estaban deliciosos, las ostras muy buenas, el alioli de las patatas muy suave y las olivas curiosamente buenas.
Los segundos más que correctos, el emperador estaba tierno y jugoso, y venía acompañado de un puré de apio que no podía dejar de comer, el pollo rico, sin alardes.
Los postres eran caseros, nosotros nos decantamos por un merengue con limón, todos tenían muy buena pinta.
Nos comentaron que estaban faltos de personal y eso terminamos notándolo en el postre, ya que nos trajeron antes los cafés, pero lo solucionaron bien invitándonos al cortadito.
Personalmente me gusto bastante pero les falta un poco de rodaje, por eso los pequeños fallos que notamos no los tuvimos demasiado en cuenta.
Encasillando: sitio nuevo muy acogedor, a la espera de como evoluciona.
Precio medio: unos 40 euros por persona.
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