Este fin de semana decidimos ir a los karts con unos amigos. Los probaba por primera vez en mi vida.
Mareo, es la única palabra que se me ocurre para
encasillar esta actividad.
Solo llegar
vi unos mini - karts y me pregunte como entraría allí, después lo entendí, esos
mini – karts eran para los niños, pequeños mini- Alonsos, que iban
equipados con su mini - mono reglamentario, su mini - casco, etc., etc.
El recinto
desprendía un olor a gasolina mareante, y así es como comencé a sentirme cuando
llegó todo el grupo, como la idea no me apasionaba dude en coger uno, así que
cuando vi que habían biplaza me decidí a probar, conduciría mi marido, que todo
hay que decirlo (no tiene carnet) pero es así de atrevido. Bajamos a pista, y
ya comenzamos bien, nos colocamos una especie de gorros de ducha que fue la
risa, para después ponernos el casco, y así nos metimos en pista.
Como corría aquello, derrapadas, adelantamientos,
velocidad a tope,… resumiendo: dolor de cabeza, dolor de riñones, ganas de
vomitar, y no sé cuantas emociones y sensaciones pude llegar a contabilizar
subida a aquel aparato, pero la cosa no acaba aquí, no!!! Todo fue a peor
cuando hicimos el cambio y tuve que llevarlo yo. No me aclaraba, iba súper
lenta, el volante iba durísimo, los karts de adultos comenzaron a adelantarme,
los mini – karts también me superaban, hasta los que daban un trompo y tenían
que volver al circuito me terminaban pasando.
Está claro que los Karts son, o para niños o para
hombres (que es lo mismo). Lo que está clarísimo es que para mí no son.
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